Ir a besar tu Mano
en el frescor de noviembre
es ofrecerse a que siembres,
tu belleza en mis retinas,
al quedarme en el rellano
de un presbiterio florido
con el corazón prendido
en tu Guapura Divina.
Encontrarse con tu Cara
en la reposada tarde
antes de que el sol se guarde,
dorado, en la Resolana,
es sacar el alma clara
por la mudéjar ojiva
en difícil despedida
que siempre sabe temprana.
Parar a verte en la tarde,
es olvidarse del mundo
y perderse en el profundo
nacarado de tu encanto.
Es dejar que el alma escalde
sus miserias en tu Gracia
al prenderse en tu fragancia,
Reina de Todos los Santos.