1/12/24

Diciembre

Llegas como siempre, con olor a matalahúva en los alrededores de los conventos, frío mañanero y atardeceres cortos muriendo por la cornisa aljarafeña. Llegas con ropas inmaculadas ataviando a las Dolorosas.

También llegas este año con una Rosa de Oro, deseando de ser plantada a los pies de la Madre de Dios para estar por siempre embelezada con sus perfiles perfectamente asimétricos y macarenos.

Llegas con trajes de seises, que reposan preparados para una danza  de Novena eterna perdida en los tiempos.

Llegas con atrios de un encuentro siempre deseado, el día ocho por Alfonso XII envuelto en Gozos de Clarines y coplas de Miguel Cid y el día 18, en La Resolana, donde la Esperanza del mundo hará de nuevo temblar la tierra cuando se pose sobre el presbiterio a hechizar a todo aquel que consiga fijar la mirada en su entrecejo.

Y el mismo día, una mezcla de olores entre inciensos y alhucemas con un fondo musical de villancicos trianeros por la calle Castilla, me llevarán a la Expectación de mis devociones y a los recuerdos de una infancia y juventud convertidos ya en una larga vida junto a Ella: la Vocal más hermosa del abecedario.

Llegas con olor a corcho y musgo, pidiendo a gritos salir de su caja de cartón para formar montañas por dónde irán bajando y acercándose poco a poco hasta el serrín del pesebre del Portal los tres Magos, para disfrute de la princesa y el príncipe de la familia... y de los que los miramos.

Llegas con deseo de vacaciones escolares llenas de ilusión infantil, que terminarán, después de que lo hagas tú, con una de las noches mágicas del año rematada de un amanecer de sorpresas y falta de sueño.

Llegas como siempre: lleno de Adviento y de Navidad, de olores y dulces, de recuerdos y ausencias, de ilusión, de familia.

Seas por siempre bienvenido, diciembre. Y que el año que viene, si puede ser, el Adviento siga llegando lleno de Esperanza.